Al anochecer
cuando se enciende la luz de tu habitación,
tu silueta se recorta contra el blanco de la pared.
Sola, sin objetos que distraigan.
Casi siempre inmóvil,
sentada,
tumbada.
Una línea humana
sin nada más que oscuridad dentro.
A veces desapareces
y aún así permaneces.
A veces bajas la persiana
como si la función hubiera terminado
y te estuvieras preparando para la siguiente.
De repente miras al frente,
me observas.
Yo otra silueta
sin más vida que la que tus ojos me dan.
No hay comentarios:
Publicar un comentario