Miro al cielo y veo
que allí ya no se encuentran las estrellas.
En la noche misma se desvanecieron.
El hogar de los dioses
selló sus puertas
y nuestras guías de odiseas y descubrimientos
nos han abandonado huérfanos.
Ahora reina el destello del neón de los anuncios
cuyo obsceno reflejo
de minúsculas bombillas
eclipsa galaxias enteras.
Nuevos dioses y oriones
en nuestro deambular por el desierto.
Pero cuando ese falso resplandor desaparece
volvemos a sentir aquella fascinación
que nuestros antepasados sintieron
en la noche de los tiempos.
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