Te detuviste ante mí
con tus páginas de par en par abiertas,
esperando que yo las viera.
Y yo te leí en un idioma
en el que no estabas escrita.
Cerraste tu libro
y te fuiste
sin saber que decías.
El tiempo ha pasado más hojas,
y aunque a veces releo algunas antiguas,
sigo sin entender lo que hay
o hubo en ti escrito.
Inventé nuevos lenguajes,
busqué diccionarios que te tradujeran,
pero ninguno me servía.
Quizás nunca hubo nada en ellas.
Eran sólo blancas cuartillas
esperando que fuera yo
el que escribiera
para que tú las leyeras.
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