1/21/2011

UNEXPECTED PASSENGER


El húmedo pasadizo estaba apenas iluminado por la mortecina luz de una solitaria lámpara mal colgada del techo y el ruido de los trenes rugía atronador al final del mismo.

La prisa le hizo acelerar el paso. Ahora ya no andaba, corría, su respiración entrecortada y la piel completamente sudada.

Por fin. Ya estaba en el andén. Justo a tiempo. El tren acababa de llegar. Las puertas se abrieron como guillotinas, dejando caer cabezas de pasajeros en la plataforma para a continuación emerger los cuerpos que se arrastraban después de un largo día de trabajo y unos interminables minutos entre bruscos frenazos, arrancadas y sacudidas.

Se quedó allí quieta, mirando a las luces de los fluorescentes del vagón y su reflejo en el plexiglás de los anuncios del mismo. Su respiración ya había recuperado su ritmo normal, y con paso decidido se dirigió al interior del mismo. Sorteando los últimos pares de gastados zapatos abandonando el tren se metió en el mismo.

La puerta se cerró justo tras ella, el violento sonido le sobresaltó. Con la mirada encontró un tranquilo rincón donde recostarse para el resto del viaje y allí se acomodó.

Trató de rehuir la mirada de los otros pasajeros, pero aún así podía sentir los ojos de estos en su piel. Unos estaban cargados de curiosidad, otros de cierto desagrado.

Esto le incomodó y empezó a moverse a lo largo del vagón buscando otro lugar donde pasar más desapercibida. Se fijó en aquel hombre dormido en un asiento. Parecía no existir para el resto de los pasajeros. Quizás sentada a su lado nadie se apercibiera tampoco de su presencia. Se subió al asiento más próximo a él.

Nada mejoró, ahora parecía que había todavía más pupilas penetrando su carne. Quizás todavía no estaba lo suficientemente cerca. Se agarró a la manga de su compañero de asiento y alcanzó el hombro. Éste parecía despertarse.

Sintió algo trepando su brazo. Quizás fuera un sólo un sueño. Pero parecía demasiado real. Un escalofrío recorrió su cuerpo y abrió los ojos. La vio allí, junto a él, mejor dicho subida en él, en su hombro. Sus ojos se abrieron todavía más, esta vez acompañados por un similar movimiento de su boca, con una mezcla de estupor y asco.

Con un rápido movimiento de mano logró quitarse la rata de su hombro justo en el momento que el tren frenaba al entrar en la estación. Al chirrido de las ruedas siguió el golpe de las puertas al abrirse.

La rata corrió hacia la puerta mientras los pasajeros se apartaban para dejarle paso y tras saltar el hueco que separaba el vagón del andén desapareció entre un laberinto de otros similares desgastados zapatos hacía otro mal iluminado pasadizo.

La puerta se volvió a cerrar con otro seco golpe. Los pasajeros recuperaron la normalidad que había sido quebrantada por unos escasos segundos. Unos retomaron el periódico en la misma página, otros clavaron su mirada vacía en el mismo anuncio de abogados,el vacío de sus sueños, incluso algunos pocos se atrevieron en una breve charla con los más próximos a ellos. Pero ninguno, ninguno, volvió a cerrar los ojos otra vez.

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