11/24/2010

ELLOS

Me cruzo con ellos a menudo cuando voy a pasear por Riverside Park.

Ella no habrá cumplido los siete años todavía. Él ya habrá superado la sestena.

Ella siempre recostada en una silla con su cuerpo retorcido como si aún estuviera buscando su forma verdadera, con su mirada traspasando los árboles del parque, el río, los acantilados que se alzan en la otra orilla. Traspasándome a mí.

Él a veces jadeando mientras empuja la sillita por las empinadas cuestas del parque, a veces afanándose torpemente con sus gruesos dedos entre las teclas de su móvil, posando su mirada en los árboles del parque, el río, los acantilados. En mí.

Son como dos polos opuestos. Él con un largo camino lleno de vivencias ya recorrido combando sus espaldas y ella con una corta y vacía existencia cargando en su todavía tierna y sinuosa espina.

Pero como todos los polos opuestos se atraen cuando se enfrentan. Entonces la infantil boca dibuja una sonrisa, surgida quién sabe donde o por que, mientras en los otros labios se marcan más por unos segundos las arrugas que los rodean.

11/18/2010

SUSAN VEGA























El enterarnos fue una casualidad. Eva estaba buscando información en internet por su trabajo y se topó con ello de casualidad.

Susan Vega en concierto.

A partir de ahí todo lo demás que rodeaba al evento era extraño. Empezando por el sitio, el café de una tienda de libros de segunda mano. Bueno en realidad no es un negocio de venta de libros al uso, pertenece a una asociación de ayuda a personas enfermas de SIDA y los libros son donaciones. Así que sólo había 200 entradas, y te avisaban de que garantizaban el acceso el local pero no un asiento. Bueno en realidad tampoco había entradas al uso, te ponían en una lista con el número de personas que ibas y ya está. Para alguien acostumbrado a otras sistemas parecía raro cuando menos por no llamarlo sospechoso. Pero bueno compramos dos entradas y ya se vería.

Tras unas semanas de bromas y dudas llegó el día. Tras una paseo por Central Park y el Upper East tocó metro hasta el East Village y a buscar el sitio, por suerte la parada de metro estaba a escasos 100 metros de la librería, la cual era fácil de descubrir porque ya había gente haciendo cola a la entrada. Al menos no íbamos a ser los únicos pardillos. Gente mayor mayoritariamente, o quizás no me acordaba de que han pasado bastantes años desde que oí por primera vez a Susan Vega y me marcó para siempre con Luka.

Tras una espera más larga de lo que debiera haber sido por el frío que hacía y amenizada entre bromas sobre lo que nos esperaba, por fin entramos. Un par de chicas a la entrada sentadas enfrente de unas mesitas chequeaban sin mucha atención en una lista que nuestro nombre estuviera escrito en ella. Una vez dentro el sitio era increíble, como una biblioteca vieja con sus estanterías y escaleras de caracol de madera para acceder a los pisos superiores, su pequeño bar y sus viejas sillas organizadas de la mejor manera posible alrededor de un pequeño escenario. Conseguimos sentarnos pero la imagen que nos rodeaba era increíble, gente buscando huecos inverosímiles para tener la mejor localidad. Pero el más afortunado fue hombre sentado en lo alto de la escalera con ruedas anclada a una estantería, sobresaliendo por encima de todos.

Tras las presentaciones de rigor empezó a cantar una invitada,Dawn Landes. Una cantautora folk con ese aire melancólico y de muñeca de porcelana virginal que se estila ahora. Empezó sola con su guitarra para ir sumando un teclista con un piano que podía haber salido de un decorado de "María Antonieta" de Sofía Coppola sino fuera por todas las aplicacíones electrónicas que llevaba incrustadas, y un par de voces femeninas a los coros todavía con aspecto más virginal y etéreo que a pesar de que una de ellas extraía aullidos y lamentos a una armónica. Una voz maravillosa y canciones con una mezcla de folk y pop delicioso.

Por fin llegó el turno de Susan Vega, acompañada de un guitarra sexagenario, hermano gemelo de la estrella de rock de "Love actually". Ella tampoco mucho más joven de aspecto pero con la voz que siempre me cautivó. Y empezó el concierto, buenas canciones con un sonido inmejorable que parecía increíble para aquel lugar. Siempre presentando las canciones con pequeñas historias llenas de humor, como la del funeral del gato de su madre, y su cremación en una barca en llamas en el East River. Así durante más de una hora para acabar con Luka y Tom's Dinner, que por cierto el sitio se encuentra a 100 metros de mi casa. Gran concierto lejos de aquellos en grandes e impersonales estadios.

Luego cena y a casa botando en el coche en uno tras otro de los baches de esta ciudad.

Mereció la pena el riesgo.


MI JARDÍN


Siempre que me asomo a la ventana está ahí. Siempre. Apenas perceptible pero siempre hay algo diferente.

Podía llamarlo jardín. Pero quizás ni tan siquiera merezca ese honor.

Está en el cruce de mi calle y Claremont Avenue, que se bifurca al encontrarse con la 116 formando un pequeño triángulo entre las dos calles. Y la mayor parte de ese triángulo pertenece a "mi jardín". El resto es un pequeño espacio de acera triste apenas transitada.

No hay en él ni bancos con niños y abuelos, ni fuentes con musicales sonidos ni estatuas de héroes gloriosos, nada más que una decena escasa de pequeños árboles y un par de arbustos mal agrupados. Todo parece plantado sin demasiado cuidado. Puede que al plantarlos siguieran algún patrón preestablecido, pero visto desde la altura de mi ventana uno tiene la sensación de que los árboles decidieron apartarse levemente de los deseos del jardinero y buscar su propio orden.

En este fin de otoño todavía me despiertan a las mañanas sus hojas matizadas en una paleta de ocres y rojos. Aunque cada vez más escasas, escapando a veces en remolinos los días de fuertes vientos o dibujando bellos contrastes los días de lluvia incrustadas en el negro asfalto de la carretera.

Pronto ya no sobresaldrá "mi jardín" del gris sucio de los edificios que lo rodean y la nieve lo fundirá en un manto con el resto de Claremont Avenue.Pero yo me seguiré despertando todas las mañanas mientras lo miro sin apenas poder abrir mis ojos todavía, con la esperanza de ver asomar el primer brote cuando la nieve se funda y el sol al ponerse tras la silueta de New Jersey caliente con sus rayos este mi pequeño Edén.

11/01/2010

JOHN COUGAR MELLENCAMP

Sonaban lejanos los últimos acordes de una canción de REM mientras bajaba las escaleras. Quizás fuera "Everybody hurts", no me dio tiempo a reconocerlos.

Miré hacia la pantalla. Todavía quedaban 4 minutos para el siguiente tren dirección al centro.

Me senté en el banco y enseguida sonó otra canción. John Cougar Mellencamp, "Hard Times for an Honest Man". La verdad, no sonaba mal tampoco. Allí sólo, con una guitarra y sin que nadie le prestara demasiada atención.

Mientras, la chica sentada a mi lado empezó a buscar algo en su bolso. Sacó su cartera. No, no estaba allí. Continuó su búsqueda por los bolsillos del mismo. Parecía que tampoco allí. Finalmente hundió su mano derecha con decisión hasta el fondo del mismo como temiendo encontrar allí cualquier animal u objeto que le mordiera y sacó una amalgama de cosas que parecían llevar bastante tiempo allí perdidas sin que nadie les hubiera molestado en aquella oscuridad abisal.

Para entonces John Cougar había ya languidecido y Red Hot Chilli Peppers se mezclaba con el estruendo de las ruedas metálicas el deslizarse sobre las vías, el chirrido de frenos y el ruido de la gente chocándose al entrar o salir de los vagones.

Ella se levantó y sin sonreír le dio una tarjeta que había separado de algunos papeles de caramelos vacíos y pañuelos de papel usados.

- " Yo también canto y toco la guitarra"

Yo me acerqué y dejé también caer mi tarjeta en la funda de su guitarra. La foto no se parecía en nada a mí. Más bien a algún Presidente de los Estados Unidos.