11/24/2010

ELLOS

Me cruzo con ellos a menudo cuando voy a pasear por Riverside Park.

Ella no habrá cumplido los siete años todavía. Él ya habrá superado la sestena.

Ella siempre recostada en una silla con su cuerpo retorcido como si aún estuviera buscando su forma verdadera, con su mirada traspasando los árboles del parque, el río, los acantilados que se alzan en la otra orilla. Traspasándome a mí.

Él a veces jadeando mientras empuja la sillita por las empinadas cuestas del parque, a veces afanándose torpemente con sus gruesos dedos entre las teclas de su móvil, posando su mirada en los árboles del parque, el río, los acantilados. En mí.

Son como dos polos opuestos. Él con un largo camino lleno de vivencias ya recorrido combando sus espaldas y ella con una corta y vacía existencia cargando en su todavía tierna y sinuosa espina.

Pero como todos los polos opuestos se atraen cuando se enfrentan. Entonces la infantil boca dibuja una sonrisa, surgida quién sabe donde o por que, mientras en los otros labios se marcan más por unos segundos las arrugas que los rodean.

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