11/18/2010

MI JARDÍN


Siempre que me asomo a la ventana está ahí. Siempre. Apenas perceptible pero siempre hay algo diferente.

Podía llamarlo jardín. Pero quizás ni tan siquiera merezca ese honor.

Está en el cruce de mi calle y Claremont Avenue, que se bifurca al encontrarse con la 116 formando un pequeño triángulo entre las dos calles. Y la mayor parte de ese triángulo pertenece a "mi jardín". El resto es un pequeño espacio de acera triste apenas transitada.

No hay en él ni bancos con niños y abuelos, ni fuentes con musicales sonidos ni estatuas de héroes gloriosos, nada más que una decena escasa de pequeños árboles y un par de arbustos mal agrupados. Todo parece plantado sin demasiado cuidado. Puede que al plantarlos siguieran algún patrón preestablecido, pero visto desde la altura de mi ventana uno tiene la sensación de que los árboles decidieron apartarse levemente de los deseos del jardinero y buscar su propio orden.

En este fin de otoño todavía me despiertan a las mañanas sus hojas matizadas en una paleta de ocres y rojos. Aunque cada vez más escasas, escapando a veces en remolinos los días de fuertes vientos o dibujando bellos contrastes los días de lluvia incrustadas en el negro asfalto de la carretera.

Pronto ya no sobresaldrá "mi jardín" del gris sucio de los edificios que lo rodean y la nieve lo fundirá en un manto con el resto de Claremont Avenue.Pero yo me seguiré despertando todas las mañanas mientras lo miro sin apenas poder abrir mis ojos todavía, con la esperanza de ver asomar el primer brote cuando la nieve se funda y el sol al ponerse tras la silueta de New Jersey caliente con sus rayos este mi pequeño Edén.

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